Iba todos los días al gimnasio y se había hecho un grupo de amigos en el Megatlon de Pilar. Manejaba un BMW M235i (valuado en 100 mil dólares uno 0 km) y le gustaba la noche porteña, más aun cuando podía rumbear para Recoleta y pasarla en Cocodrilo. Así vivía hasta hace muy poco el uruguayo Nicolás Caraballo Escobar (30). Pero ya no.
Tras descubrir que había entrado a nuestro país en 2023 con una identidad falsa, el juez federal de Campana Adrián González Charvay ordenó su captura nacional e internacional acusado de dos asesinatos narco ocurridos en 2024 con apenas dos meses de diferencia: el de Marcelo González Algerini (36) –fusilado en Derqui, Pilar, el 12 de octubre– y el de Fabián Sturm Jardón (42), emboscado cuando estaba a punto de entrar a su edificio de Paraguay al 2900, en Recoleta, el 13 de diciembre. Los dos eran sus ex socios, los dos uruguayos.
Ambos homicidios fueron al mejor estilo sicarial, y no por casualidad. Víctimas y victimario estaban metidos en la venta de cocaína e incluso Caraballo Escobar había sido importado a la Argentina para trabajar como asesino a sueldo de una banda narco.
Según su prontuario, matar era algo natural para él. Por un crimen estaba preso en la Unidad 4 de Montevideo, de donde se fugó la tarde del martes 23 de agosto de 2022: salió de la cárcel sin que nadie lo notara escondido en un volquete, luego de ubicarse en el puesto estratégico de “limpieza” en el módulo 8 del penal. Se fue sin disparar un tiro, a plena luz del día y en las narices de los guardias. Fue un escándalo.
Nicolás Caraballo Escobar, por entonces de 28 años, tenía prisión preventiva como coautor del crimen de una cartonera/cuidacoches. La mujer quedó en medio de un tiroteo entre bandas narco rivales en noviembre de 2021. Caraballo Escobar ya había conocido el encierro con cargos menores: tenencia de drogas, tenencia de armas, rapiña.
Tras la fuga, se escondió primero en Brasil y entró a la Argentina en 2023 como Joaquín Amoros Sanguinetti, identidad que pertenece a un uruguayo preso en su país.
La reconstrucción de su vida, hecha al detalle por la División Homicidios de la Policía Federal, sostiene que a la Argentina llegó sin un peso pero con un contacto que le presentó a Fabián Sturm Jardón. Fue este último el que lo llevó para Pilar. Se hicieron amigos y socios. A la dupla se sumó luego González Algerini.
Pero todo terminó en una guerra de venganzas cruzadas.

Los crímenes
El primero de los tres episodios que investiga la Procunar, el fiscal Sebastián Bringas y el juez federal González Charvay ocurrió la noche del 25 de septiembre de 2024 en Pilar: poco después de las 22, el móvil 55521 del Comando de Patrullas de Pilar fue enviado a Las Camelias al 2300 porque los vecinos habían reportado disparos.
Cuando los policías llegaron al lugar se encontraron con un hombre que se identificó con su pasaporte uruguayo a nombre de Joaquín Andrés Amoros Sanguinetti, de 27 años (en realidad era Nicolás Caraballo Escobar). Pese a no tener ocupación declarada, el joven vivía en una linda casa a la que acababa de llegar en su auto, un flamante BMW modelo M235i.

Amoros Sanguinetti (léase Caraballo Escobar) detuvo su BMW y, de la nada, le apareció una camioneta negra sin patente. Él declaró que le quisieron robar el auto, pero la Justicia está segura de que lo quisieron matar. Cuando empezó a correr le dispararon 17 veces. El video de las cámaras de seguridad habla por si mismo.
Lo que ahora cree la Justicia es que los atacantes fueron Sturm Jardón y González Algerini (36), que habían entrado a su casa media hora antes para robar plata o droga. La idea era robarlo y matarlo para que la mexicaneada no saltara. Al quedar vivo, Caraballo Escobar se dio cuenta lo que habian hecho sus “amigos” y decidió vengarse.
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La investigación el crimen de Fabián Sturm Jardón.
La tardecita del sábado 12 de octubre 2024, el uruguayo Marcelo González Algerini paró en un kiosco de San Cayetano al 800 en el barrio Monterrey de Derqui. Iba manejando su camioneta Chevrolet Tracker y a su lado iba sentado Teófilo Américo Sturm González (80), padre de su amigo y socio, Fabián Sturm Jardón.
No bien Teófilo se bajó de la camioneta para comprar algo, apareció un Jeep Renegade. En ese Jeep, abandonado luego en La Lonja, iba el falso Joaquín Andrés Amoros Sanguinetti, quien se puso a la par de la Tracker y le disparó a González Algerini 10 balazos a quemarropa. Cuatro fueron los mortales.
Cuando a las pocas horas la Policía allanó la casa de Algerini en el barrio semi cerrado Finca San Agustín, encontró una prensa hidráulica, una balanza electrónica, bowls y elementos con restos de cocaína. Se dice que Sturm llegó antes y rescató tres kilos de cocaína. En ese operativo también se secuestraron 694.011 dólares, pero estos nunca llegaron al juzgado: la Policía alegó que era un error de tipeo y mandó solo 69 dólares. Por este incidente se inició una causa aparte.

En el caso declaró rápidamente la novia de González Algerini. Dijo que su pareja y Sturm Jardón eran los que habían atacado en septiembre a su compatriota (el del BMW y la identidad falsa) y que Sturm y su novio eran socios.
Como si a la historia le faltaran ingredientes, la Procunar intervino en este caso porque el muerto, es decir Marcelo González Algerini, estaba siendo buscado por la Justicia Federal de Lomas de Zamora acusado de pertenecer a la banda que en junio había sido detenida con un gran cargamento de droga.
Los narcos estaban alojados desde hacía meses en un complejo de cabañas en la pintoresca pero remota localidad de Caviahue, en el oeste de Neuquén, muy cerca del límite con Chile. No lo sabían, pero los investigadores les venían siguiendo el rastro. En un megaoperativo los allanaron y les encontraron 783 kilos de cocaína lista para traficar, valuada en 15 millones de dólares.
El último muerto
Fabian Sturm Jardón tenía miedo de que lo mataran. Por eso se escondía en un departamento de Recoleta. En un momento se pensó que tanto él como su padre Teófilo, estaban implicados en la muerte de González Algerini. Fabián llegó a tener orden de captura por el crimen de su socio y su padre estuvo detenido pero recientemente lo sobreseyeron.
Ahora la principal teoría del crimen de Sturm apunta a un ajuste de cuentas por aquel primer ataque de Pilar contra un hombre que durante meses fue un fantasma y ahora, con nombre y apellido, es buscado por Interpol.
La muerte de Sturm Jardón desde el principio tuvo características mafiosas: El asesino –que llevaba una peluca y un arma con un dispositivo tipo silenciador– lo estaba esperando dentro de un Volkswagen Suran que había estacionado horas antes en Paraguay al 2900 justo en la vereda del departamento que había alquilado su victima para esconderse. Claramente fue una emboscada.
Cuando lo vio bajar de su Renault Logan, el asesino salió del Suran, fue directamente hacia él y le disparó tres tiros por la espalda. Luego le sacó la riñonera y se fue caminando, dejando el auto ahí. Por la tarde se confirmó que el Suran era robado. Casi inmediatamente del análisis de las cámaras se determinó que también participó un auto de apoyo, un Fiat Cronos rojo que fue encontrado a pocas cuadras, en el barrio del Abasto.
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Crimen en Recoleta. Así mataron a un hombre de cinco balazos
En el auto se secuestraron guantes, la pistola 9 milímetros con silenciador y una bolsa idéntica a la que llevaba el asesino en su mano izquierda.